Los encuentros nos esperan, pero la mayoría de las veces evitamos que sucedan.
Sin embargo, si ya no tenemos nada que perder, o si estamos muy entusiasmados con la vida, entonces lo desconocido se manifiesta y nuestro universo cambiar de rumbo.
Un tal 24 de febrero de 2012 pensé que la vida me sonreía y así fue. Lo malo de la historia fue que la felicidad me empujó al abismo.
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